Porque a veces me cuesta estar presente.
Hoy en día, estamos convencidos que el multitasking o aquella capacidad de coordinar y lograr desempeñar varias acciones o funciones a la vez; es una valiosa habilidad que tenemos, y en la cual nos respaldamos para ser más hábiles, rápidos y “eficientes”.
También, y sin juzgarlo, nos encontramos frente a tantos estímulos que perdemos fácilmente la atención. La radio, la TV, el walkman, discman, el computador, MP3, iPhone, portátil, tableta, internet, las redes sociales… Siempre ha existido algo que nos divierte y que es útil para nuestras funciones diarias, pero que a la vez nos distrae. Y esto es de todos los tiempos, no solo “de esta época”, como algunos los dirían.
Nos cuesta estar haciendo una sola cosa. Nos hace falta respirar y sentir como el aire entra por nuestras fosas nasales y llega a los pulmones. Nos cuesta sentir cómo el viento rosa las hojas de los árboles. Comemos sin saborear y lo hacemos mientras vemos televisión o estamos frente al computador. Abrimos, no solo una o dos páginas en internet, sino que mientras lo hacemos, estamos chateando con alguien (o varios) por WhatsApp. Conversamos con alguien mientras revisamos nuestro celular. Guardamos el celular y, como si fuese un tic, un par de segundos después lo volvemos a mirar. Sentimos la necesidad de tener más. Más ropa, más entretenimiento, más cosas. Nos asusta el silencio. Nos aburrimos fácilmente. Estar aburridos no es una opción.
Olvidamos lo valioso de la vida y lo afortunados que somos. Nos enfocamos en el viernes o el fin de semana, cuando hasta ahora es martes. Deseamos la camisa que tiene el otro o el carro del vecino. Esperamos. Nos resistimos. Nos lamentamos. Jamás estamos satisfechos.
Pensamos en el pasado y lo felices o desafortunados que fuimos. O, en cambio, anhelamos un futuro lleno de felicidad. Pero, no estamos presentes. No vivimos el presente. No disfrutamos el ahora. No decidimos ser felices ya.
Siempre estará pasando algo. Así que lo mejor será que prestemos atención a lo importante. A lo esencial. A lo real. Que la constante distracción e hiper-estimulación no nos vuelva insensibles ante el mundo. Saboreemos nuestros alimentos. Observémoslos. Disfrutemos del aroma de nuestra pareja. Escuchemos el sonido de las calles, de quienes hablan, de quienes caminan. Hablemos con alguien y hagámosle sentir que esa persona es lo más importante en el mundo, en ese instante.
Creemos relaciones con nuestro presente. Vivámoslo 100% conscientes. Dejemos a un lado ese hábito de estar ausentes en el ahora. Gocémonos al 200% nuestra realidad y evitemos aspirar encontrar la perfección.