Un “ANTES Y DESPUÉS” mentirosos.
Esto no es un “antes y un después” de cómo me veía. Tampoco es un llamado para que recordemos ese “cuando estaba flaca”, “ cuando estaba gorda…!” o el actual y triunfante “estoy más delgada” o “ cómo he bajado de peso!”.
Este es un recordatorio para que, como lo escuché en algún momento, recordemos que todos somos en definitiva la suma infinita de muchos “Antes y Después”; y queesas fotos de transformación tan populares, cargadas de likes y mensajes de vidas perfectas, pueden ser o representar más de lo que creemos o pensamos ver. No sabemos si ese “ANTES” -con un par de kilos de más- pudo haber sido una de las mejores épocas de la vida, mientras que ese “AHORA” o “DESPUÉS”, puede ser una de las etapas más dolorosas o difíciles por las que alguien esté pasando.
Claro, entiendo que hay transformaciones que algunos muestran para compartir la felicidad al ver los resultados de su esfuerzo, dedicación y mayor consciencia en temas de actividad física y alimentación balanceada; lo cual no solo es respetable, sino algo de admirar, pues todo ello requiere de coraje, sacrificios y disciplina; porque hacer cambios importantes en el estilo de vida no es algo fácil que suceda de la noche a la mañana si se hace responsablemente, sin violentar nuestro cuerpo, sin inanición o cambios drásticos peligrosos para la salud.
Y sí, es valioso cuando tenemos cambios físicos positivos, pero mientras seamos plenamente conscientes que somos más que solo un cuerpo y que debemos reconocernos y ser reconocidos por mucho más que eso. Que, en términos de cómo los otros me pueden ver, haber bajado de peso no nos hace más valiosos, sino simplemente más delgados o atléticos.
Sin embargo, si de hablar de cómo esos cambios han hecho mejorar mi CALIDAD DE vida en algunos aspectos, ahí si nos entendemos. Sin pensar en medidas o en creer que mi cuerpo “se VE bien”, y en cambio de ello, pensando en sentir y saber que mi cuerpo ESTÁ bien, sin importar cómo “se vea”. Pensando en la imagen positiva que tengo de mi misma y cuidando de mi templo sagrado, NO por VANIDAD o por poder ser “aceptado” o “reconocido” sino por AMOR PROPIO; por sensatez, por lógica. Porque nuestro cuerpo es un regalo, es nuestro templo, nuestro motor y un instrumento para experimentar cosas inimaginables… y porque a la final, la idea no es vernos bien hoy, sino estar saludables y envejecer de esa manera.
Sigamos siendo parte de este cambio de perspectiva. Y como lo mencioné en un artículo pasado, apostémosle a no “coincidir” con el prototipo que la sociedad nos dice que debemos cumplir. Elijamos lo que creamos que es nuestra mejor versión, la más auténtica, la que más nos gusta; y hagamos que esta trascienda en ese viaje constante e indefinido de ese millón de antes y después.
#SoySuficiente #MejorRealQuePerfecto
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