Conquistando MI PRIMER MARATÓN
Nadie dijo que sería fácil. Es más, nadie me obligó a hacerlo. Yo misma pagué por esto. Y al final, todo valió la pena.
Esta es la historia de mi primer maratón. La conquista de esos 42 kilómetros y 195 metros de asfalto cargados de emociones. La historia de lo que años atrás creía imposible, y para ser honesta, ni siquiera parte de mis deseos, y que ahora se estaba convirtiendo en un sueño hecho realidad.
La preparación – Visualizando la carrera
Después de lograr entender que running iba más allá de lo que creía era solo “correr e ir rápido”, empecé a disfrutar lo que muchos en ese momento decían era emocionante y adictivo.
7 meses desde que empecé de manera disciplinada a correr, y exactamente unas horas después de haber corrido mi primera media maratón en julio de 2016, tomé la decisión de dar el paso y correr una maratón. No era la mejor, ni la más veloz o la más atlética, pero de lo que sí estaba segura, era que lo que estaba haciendo en ese instante, era mejor de lo que hacía un par de meses atrás, y para mí eso era más que suficiente. Me sentía feliz.
Con tal plenitud seguí corriendo. Participé en otra media maratón en Medellín y seguí firme con la decisión de querer dar “el gran salto”. Así que me informé, me asesoré, pero sobretodo, me comprometí, no con alguien más, sino conmigo misma.
Días de cansancio, entrenamientos fuertes y largos, cambios en la alimentación…. de todo hubo. Pero omitir alguno de estos no era una opción, todo hacía parte del proceso. De comprobar día tras día que eso era realmente lo que quería hacer.
Con el corazón roto, pero consciente de que el trabajo que venía era fuerte, suspendí mis actividades de Crossfit®, y los que me conocen, saben que eso ya decía bastante de los deseos por cumplir este objetivo.
En mis últimos fondos (entrenamientos de distancias largas) previos a la carrera, probé todo lo que iba a utilizar ese día: medias, zapatos, cinturón, gomitas, suplementos, camiseta, etc. Y hasta el momento, todo indicaba que las cosas iban por el camino correcto. Energía y entusiasmo al 200%
26 de enero, 3 días anteriores a la carrera, aterrizo en Miami. Y ahora sí fue. El corazón late a mil por hora. Descanso, estiro y comparto con mi familia quien me recibe en su hogar. La temperatura está caliente.
27 de enero, entrenamiento suave para moverme un poco y probar correr bajo esa temperatura y altura. El día está maravilloso, mucho sol.
28 de enero, sesión de estiramiento. A las 7pm ceno, luego tomo un baño y a las 8pm ya estoy en el cuarto preparando todo para la carrera. No logro dormir. Siento ganas de llorar, así que dejo salir un poco de lágrimas para desahogarme. Asumo que son nervios pre carrera. Acepto las lágrimas y las recibo con amor. Sé que son parte del proceso. Finalmente logro quedarme dormida a eso de las 10pm.
El día que conquisté mis primeros 42.195 metros de asfalto – Visualizando la línea de llegada
3:30am, me levanto de la cama. Me arreglo y bajo a desayunar. Luego termino de arreglarme y salgo con mi hermano quién me lleva al punto de salida de la carrera que es un poco lejos de casa. Hace frío. Mucho más frío del que imaginaba. Pronosticaban lluvia para este día a pesar de que los anteriores estuvieron muy soleados.
5am, salgo del carro con saco por la brisa. ¡Oh, no!, noto que he dejado mis botellas con líquido en la nevera, pero no permito que eso me afecte emocionalmente. Sé que la carrera tiene bastantes puntos de hidratación, así que me tranquilizo. Mi hermano me acompaña y espera un rato conmigo. Decido quitarme el saco y ponerme las bolsas de plástico y una cobija ligera, que me protegerían del viento y la lluvia mientras comenzaba la carrera. El frío, pero también los nervios, me hacen ir al baño una y otra vez. Me siento cerca de un estadio para resguardarme y descansar mis piernas. Escucho música y me relajo. Luego de un rato me despido de mi hermano y voy de nuevo al baño. Las filas en los baños son eternas y ya casi empiezan a salir los atletas. Respiro profundo mientras espero mi turno para intentar reducir los nervios. Mientras tanto, hago ejercicios de movilidad y estiro un poco; y luego de más de 25 minutos esperando, entro al baño y salgo corriendo al punto donde me corresponde iniciar.
6am y seguimos esperando. Sigue oscuro. Las personas a mi alrededor calientan, gritan, aplauden, se arropan por el viento con sus bolsas y cobijas. Todos a la expectativa de la señal para salir. Los corrales van saliendo poco a poco y llega nuestro turno, la oportunidad de unos cuantos mortales queriendo correrse toda una ciudad en 3, 4 y 5 horas, y también de otros súper humanos quienes mágicamente lo lograrán en tan solo un poco más de dos horas. Yo solamente estoy feliz por poder hacerlo sin importar cuánto me tome.
Empezamos a caminar y al pasar la línea de salida todos corremos. Lloro, lloro de emoción y también de susto. Aún no puedo creer que esté parada allí queriendo correr el mundo entero. Solo unos segundos más adelante, empieza a llover, y la lluvia continúa casi todo el recorrido. Pero el agua no nos detiene aunque esta cree resistencia al igual que el viento. El agua nos hace sentir vivos.
Kilómetro 3, decido quitarme la cobija y dejarla a un lado del camino (como muchos otros hacen) y seguir adelante. Kilómetro 5, me deshago de los plásticos, porque aunque la lluvia ni el viento dejaban que me calentara, necesitaba estar más cómoda para correr.
Durante los últimos tres meses había invertido tanto tiempo como corazón a esto para estar en las mejor condiciones tanto físicas, pero sobretodo mentales, que nada ni nadie podía quitarme esa felicidad y emoción por cruzar la meta. Ya me había visualizado corriendo, tenía claro mis tiempos por kilómetro, también los momentos en lo que debía hidratarme, pero sobretodo, esa sensación en donde tienes control de tu respiración y del movimiento de tus músculos. Todo iba tal cual como estaba planeado.
Cargando mi mente con la mejor energía
Kilómetro 19 y se separan los grupos de media maratón y maratón completa. Los de los 42 kilómetros empezamos a ser menos. Se siente más silencio en las calles. Noto que hay mucho más hombres que mujeres corriendo esta distancia, así siento aún más orgullo aún por lo que estoy haciendo.
Sin importar la lluvia y los vientos, hay bastante gente haciendo barra. Mi camiseta lleva mi nombre, así que en diferentes ocasiones escucho a estas personas animándome y apoyando mi partida. Situaciones y personas que te hacen sonreír.
Kilómetro 30, el monitor me empieza a quemar la piel al igual que el cinturón donde cargo mis gomas y el celular. Arde bastante, pero los muevo un poco y evito enfocarme en el dolor. Escucho música todo el camino y muchas canciones tienen nombre propio. Pienso en personas y también en el proceso. Pienso en esa persona guerrera, con una prótesis en su pierna derecha, que vi en el camino y quién también va a cruzar esa meta; pienso en mis compañeros y amigos que se encuentran corriendo; en los demás corredores que seguramente también sienten igual o más agotamiento que yo; en mi esposo Juan, mi brillante entrenador John, mi familia, amigos y compañeros quienes creyeron y apoyaron en este proceso; pienso en esos súper humanos que ya habrán llegado a la meta, y también en mi felicidad cuando ya todo esto haya terminado… Intento pensar en todo menos en el cansancio.
En el camino, hay dos personas que me recargan el corazón: Un joven que sostenía un afiche que decía “Si sientes dolor y sientes que te quieres rendir, recuerda porqué comenzaste a correr”, y también más adelante, sobre el kilómetro 33 en una calle solitaria, un hombre mirándome fijamente a los ojos y diciéndome que me admiraba por lo que estaba haciendo, que lo creía increíble y maravilloso. Aún recuerdo su rostro y mis ojos se humedecen.
El cuerpo intenta renunciar, pero ya queda poco. Tu cuerpo te dice que pares, que ya está cansado, que es suficiente, que no hay porqué continuar, pero tu mente y corazón saben que no hay límites. Sigo enfocándome en lo positivo de la situación. Mantengo el ritmo programado y decido no parar a descansar ni a estirar a pesar de ver a varios en el camino cojeando, encalambrados, descansando… Muchos pensamientos y sensaciones pasan por tu cuerpo y mente en estos momentos… ¿Será que sí lo lograré? ¿Será que me pasa algo así?
Alcanzo el kilómetro 36 y sonrío, he sobrepasado la distancia más larga que jamás haya recorrido. Ya todo lo que sigue es ganancia. Solo quedan 7 kilómetros, ¿por qué no terminar?
Por un momento hay mucho silencio. Estás sola, y la única alternativa es aceptar esa soledad y aprender a disfrutar de ella. Disfrutar de ese silencio al correr que amplifica el sonido de tus latidos, de la calle, de la respiración del otro, del cansancio y el dolor… pero te concentras en lo que es y recuerdas de nuevo que tu enemigo eres tú mismo y que a ese es el que hay que derrotar. Yo solo me visualizaba cruzando la línea final con orgullo y con seguridad, pero también con un poco de dolor. ¿Dolor? Claro, un dolor temporal y un orgullo que duraría toda la vida.
Al kilómetro 39 me encuentro con alguien que va a un ritmo similar al mío y decidimos ir juntos. Él se queda por un momento y yo le digo “No te dejo, no te vas a quedar atrás, ¡vamos!”. Y es así, como hasta cruzar la línea final, nos acompañamos en esos últimos minutos en donde quieres correr más rápido para rematar y tus piernas pareciera que no dan más. Pasamos la línea final. Mi respiración es fuerte, quiero tirarme al piso pero la salida es pequeña y debo darle paso a los demás. Sigo caminando y encuentro cámaras. Sonrío, sonrío con orgullo. HE TERMINADO MI PRIMER MARATÓN, ¡ESTOY ENTERA Y ME SIENTO FELIZZZ! ¡He sobrevivido! 3 horas y 59 minutos que jamás olvidaré, jamás.
Hoy corro felizmente mi primer maratón, y pareciera que fue ayer cuando creía imposible completar una carrera de 10 kilómetros. Una vez más me demuestro a mí misma que lo que nos proponemos, podemos lograrlo. Que la disciplina puede derrotar cualquier habilidad y también cualquier cosa que creemos que no vamos a lograr. Que para correr una maratón se necesita de una preparación física, pero más importante que ello, se necesita preparar la mente. Y que cuando hay pasión, a pesar de los altos y bajos que se pueda tener y el dolor que se pueda llegar a sentir, TODO vale la pena.
Hoy más que nunca me siento feliz, enérgica, agradecida con la vida y con más ganas de seguir soñando. Siento que todos los sacrificios valieron la pena y que esta determinación fue lo que me llevó a hacer esto. Que ese espíritu guerrero y luchador que todos tenemos debemos dejarlo destacarse para que nos haga brillar los ojos como lo merecemos.
A todos los que aún lo están pensando, ¡a lanzarse al ruedo! No hay peor cosa que la que no se intenta. Una maratón puede ser demandante, agotadora, puede tener momentos maravillosos y otros de dolor en donde se pone a prueba de qué estamos hechos pero, ¿y así no es la vida?
Ánimo corredores, el camino es para andarlo. ¡A crecer como atletas, pero sobretodo, a crecer como seres humanos reales y nada perfectos!
Gracias por leerme <3
“Si corres, eres corredor. No importa qué tan rápido, ni qué tan lejos lo hagas”. No importa si hoy fue tu primer día o si llevas corriendo veinte años. No hay una prueba que superar, ningún reconocimiento por ganar, no es necesario tener membresía… Si corres, eres corredor”.
– John Bingham
Cuando te digan “NO”, tú entrenas tu mente y cuerpo para el “SÍ” – Corriendo Maratones
¿Cuáles son las “World Marathon Majors” o Maratones mayores en el mundo?
Tu relato lo he leído con los ojos humedecidos, el corazón excitado y mi ser lleno de orgullo.
Gracias a Dios porque eres una triunfadora. Llegarás muy lejos.
Una prueba más del refrán de los abuelos: “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”
<3 <3
He leído tu relato con los ojos humedecidos, el corazón excitado y mi ser lleno de orgullo. Eres una triunfadora y ejemplo de vida.
Recuerdo el refrán de los abuelos: “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”
Llegarás muy lejos
<3 <3
Ana María, Te leo y no sabes la alegría que me dio al hacerlo. Me emocione tanto…. que los ojos se me humedecieron y la piel se erizó con cada linea leída (Parecía que yo lo estuviera viviendo). Me pones a pensar en toda la evolución que haz tenido y me siento muy Orgullosa de Conocerte. Eres el Mejor Ejemplo de Tenacidad. Felicitaciones!!! Gracias por tu relato y por compartirlo.
¡Qué especial eres Magally! Gracias por ese mensaje tan lindo <3. ¡Un abrazo enorme!
Felicitaciones, te deseo muchos exitos para todos los grandes retos que vienen.Eres un gran ejemplo a seguir.
¡Gracias Clarita! ¡Un abrazo!
Felicidades Ana!! Eres una dura y transmites muy buenos mensajes! Sigue asi!
Gracias por leerme y gracias por tus mensajes
siempre llenos de buena energía. ¡Un abrazo, Juan!