Se vale estar triste.
Se vale estar triste y decírselo al mundo. Se vale llorar. Se vale sentirnos fuera de control. Se vale no saber qué hacer con esas emociones que a veces parecieran hacernos sentir vergüenza, incomodidad o fracaso pero no tienen porqué serlo. Acaso, ¿quién carajos dijo que teníamos que ser solo felicidad? ¿Y que eso sea lo único de lo que hablemos y publiquemos en nuestras redes sociales?
Nos acostumbramos a rechazar la tristeza, a aislarla, a reconocerla con miedo, con fracaso y, cuando nos toca, pareciera que nos ahogamos en ella, LA ESCONDEMOS.
Pero la tristeza, así como otros sentimientos, llega también con intenciones nobles. Llega para darnos un mensaje importante, una revelación que nos permitirá manejar estás “amargas” experiencias y crecer a través de ellas.
Como escuché alguna vez, “cuando la tristeza circule por tu puerta, o en la puerta de alguien cercano a ti, no corras hacia las colinas, deja que el río fluya. Siente las profundidades de todas las emociones que emergen y se adhieren a ellas, protégelas, hasta que los sentimientos pasen naturalmente”.
Intentar ahogarnos o esconder esta sensación y emoción no tiene sentido. Seguir la conducta común de querer todo solucionado rápidamente, tampoco lo tiene. Esto lo único que hará, será que este mensaje llegué más fuerte, más duro y hasta más hiriente.
Somos seres humanos únicos perfectamente imperfectos. Sentimos de diferentes maneras y las manifestamos de mil formas, y eso también se vale. Olvidémonos de las expectativas y de lo que creemos que es correcto. SOLTEMOS. Seamos amables con nosotros mismos. Sin obligarnos a hacer cosas “divertidas”, hagamos cosas que nos plazcan. Cocinemos, leamos, salgamos a correr, vayamos a la iglesia o busquemos un lugar que nos haga sentir en paz, que nos reconforte.
Dejemos fluir esos sentimientos. Comprendamos que hay un proceso y que la mejor alternativa es empoderarnos del mismo, respetarlo y no avergonzarnos. Es creer que Somos Suficientes. Es recibir el mensaje con amor y escucharlo sin esperar que en un tiempo específico se “supere”, porque no hay un camino correcto pero con seguridad pasará.